2 de abril de 2018
2 de Abril.

“NO SOMOS HÉROES,
SÍ UNA PARTE CHIQUITA DE LA HISTORIA ARGENTINA”
Cuatro sanmartinianos combatieron en el conflicto bélico del Atlántico Sur en 1982: Luis Ángel Pereyra, Antonio Rubén Contreras, Luis Alberto Díaz y Néstor Horacio Aubrum.
Hoy, para conmemorar el Día del Veterano y los Caídos en la Guerra de Malvinas, la palabra es de Luis Ángel Pereyra. Recién salía del secundario cuando embarcó en el ARA General Belgrano. Pasaron 36 años, sin embargo dice que cada vez siente con más fuerza el rigor del frío en el cuerpo. Volver a contar su historia es una forma de convocar al deshielo, puro fuego de la memoria.
“En el año 82 hacía el Servicio Militar Obligatorio. El 2de abril a la mañana nos enteramos de que habíamos tomado las Islas Malvinas. En ese momento para nosotros fue una alegría, de a poco tomamos conciencia de que el buque se estaba cargando de municiones. Antes de partir me escapé un fin de semana a General San Martín para estar con los míos. Hice la vida normal de cualquier adolescente y antes de irme le dije a mi hermano Alberto que me iba a la guerra, a pelear, y que él era el encargado de decirle a la vieja.
De pibe siempre soñé que si me tocaba hacer el Servicio Militar entraría a Marina, yo quería navegar. El 19 de abril zarpamos sabiendo que entraríamos en combate, íbamos contentos, recuerdo lo hermoso ingresar a altamar.
La realidad nos golpeó el 2 de mayo, cuando fuimoshundidos por el ataque de un submarino británico.
Ese día tomé la guardia del crucero de guerra a las 4 de la mañana. Se decía que habría un desembarco inglés, entramos a las 200 millas para que nos vieran y así evitarlo. Tipo 10 de la mañana salimos de la zona de exclusión y para nosotros eso significaba querecuperábamos la tranquilidad. Seis horas después sentimos el impacto de los misiles.
Yo estaba en cubierta alta y en ese momento, cuando pegóel primer torpedo, nos salpicó la cubierta con agua y el barco enseguida se empezó a ladear. Todo el entrenamiento que habíamos tenido lo debíamos poner en práctica. Llegué a la torre donde tenía el alta para desembarcar, esperando órdenes. Encontré compañeros lastimados, estropeados, quemados por la explosión. Decidí que de morir, prefería morir salvándome. Esperamos la orden del comandante para abandonar elBelgrano. Yo no sé nadar y no tenía salvavidas. La temperatura del agua era de 20 grados bajo cero.
Cerré los ojos y salté.
Al abrirlos de nuevo ya estaba en la balsa, no sé cómo. Ahí empezó una hora en la que estuvimos al lado del crucero y el agua empezó a hacer un embudo de succión de 250 metros a la redonda. Quisimos remar y al meter las manos en el agua nos dimos cuenta de que estaba helada:parecía que miles de clavitos nos pinchaban. De pronto estábamos frente a la proa y al mirar para arriba vimos que caía el ancla, nos picó al lado, a un metro, cuando terminó de correr la cadena el barco se hundió un poco, se volvió a levantar y con esa ola nos expulsó.
Después tuvimos que sobrevivir en la balsa.
Éramos 23 personas en la que estaba yo. Fueron 28 horas. Uno va notando que se muere de a poco, siente cada vez menos el cuerpo. Estábamos semi congelados, pero la mente del ser humano es más fuerte que muchas cosas, pensábamos que íbamos a salir, aunque las horas iban pasando sin que llegara el rescate. A las 8 de la noche del 3 de mayo vimos una luz que se arrimaba. Nos salvó un guardacostas argentino. Fue una alegría inmensa, y a la vez estaba lo otro: los compañeros que no veías.
El ARA General Belgrano tenía 1093 tripulantes, sobrevivieron 770. Quedaron 323 de custodia.
Nuestro Capitán dijo que zarpó de Puerto Belgrano con soldados y regresó con hombres. Pero volver al continente fue duro. Los argentinos somos muy exitistas y no soportamos una derrota. Nos llamaron los loquitos de la guerra. Al principio no nos trataban bien, nos llevó más de diez años tomar conciencia de los que éramos: no héroes, pero sí una parte chiquita de la historia de Argentina.
El lunes 26 de marzo de este 2018, cuando 90 familias viajaron a las Islas Malvinas y por fin lloraron sobre la tumba identificada de combatientes, sentí alivio. Ya no eran “soldados sólo conocidos por Dios”, ahora tenían el reconocimiento del pueblo argentino.
Siempre que visito las escuelas junto a otros Veteranos les digo a los adolescentes que los conflictos se debenresolver por negociaciones pacífica. La guerra es lo más triste que puede existir para una nación”.
*
Rogelia Pavón de Pereyra, 92 años, madre de Luis Ángel, muestra en la foto una carpeta que también cumple 36 años: son 42 hojas de recortes de diarios, un trabajo de archivo que fue armando durante los 72 días fríos y tristes de 1982, mientras esperaba que todo pase, que se termine, que el hijo vuelva a casa. En una de las imágenes se los ve a su hijo junto a Luis Alberto Díaz en una nota publicada al regreso de la guerra. Abajo está Luis ante una placa que recuerda al Belgrano en 2003. -
Por Ángeles Alemandi.
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